Cuando acecha la maldad y la calma se desvanece

Análisis de la película del director argentino Demián Rugna.

PELÍCULAS

David Rodríguez Bermúdez

5/8/20242 min read

El terror se cubre de tradición y familia en el nuevo filme del director argentino Demián Rugna. Tras su primer visionado en el Festival Internacional de Cine de Toronto, los cines de España recibieron el pasado enero en sus pantallas Cuando acecha la maldad, una película donde dos hermanos descubren a un hombre poseído por un demonio preparado para desatar el caos en su ciudad. Con esta película, el género del terror se transforma y se aleja de los sustos y sorpresas para presentarte una narrativa que jugará con el asco y el realismo y conseguirá que dejes de comer palomitas durante algunos momentos de la película.

Esta obra juega entre los dos opuestos de la línea de la sobreexposición de información. Al principio, el visionado peca de sencillo, la introducción a la historia busca con tanto interés que descubras las cosas según las van conociendo en la historia que puedes llegar a sentirte un excluido del grupo; al final, los gritos y la sangre impactan constantemente en un cierre desesperanzador, oscuro e incierto que deja al espectador sentado en su butaca aun habiéndose encendido ya las luces de la sala.

Unos personajes poco comunicativos y unas tensiones familiares presentes en todo momento te hacen transportarte a esa quedada con dos amigos que estuvieron juntos en el pasado. Nadie quiere estar en la situación en la que se encuentran, y la búsqueda exhaustiva e incluso angustiosa de una respuesta o una solución solo deja cabida a una resolución a la cual nadie quiere hacer caso, no la hay, y frente a esta muerte anunciada solo queda esperar a la manera menos dañina de conseguir cerrar esta historia sin soltar una lágrima por el camino.

Una de las cosas negativas de esta película es la frialdad de sus acciones. Las personas ocultan su miedo con una careta de dureza, odio e imparcialidad que puede llegar a separarte de ellos. Es imposible que se empatice con alguien que no ha demostrado ningún gesto afectivo en la hora y media de película y aunque sufres su situación, verdaderamente no sientes lástima por ellos, te enfrentas al debate y al temor de como tendría que actuar uno mismo al encontrarse frente a esta historia de posesiones y exorcismos.

En resumen, Cuando acecha la maldad no es un visionado que se disfruta, es incómodo, grotesco y fuerte, pero el sufrimiento provocado por esta película mantiene al espectador interesado e intrigado hasta que llega la pantalla de los créditos, trasladando a cualquiera a esa noche infantil en la que una pequeña versión de nosotros era incapaz de dormir por las historias que había escuchado contar a sus padres en la hora de cenar.