Paradise is burning, la enésima joya del del coming-of-age nórdico

Crítica de Paradise is burning (Mika Gustafson, 2024)

PELÍCULAS

Paula Canseco

6/19/20242 min read

En Paradise is burning (Mika Gustafson, 2024), Laura (16), Mira (12) y Steffi (7) cumplen el anhelo de todo joven: vivir de forma salvaje, sin adultos y sin normas, distanciadas de la realidad, libres y afortunadas a pesar de que su madre las abandone a su suerte. Así, cada una de estas tres hermanas emprende un viaje de maduración y crecimiento personal, a medias entre la euforia de la independencia y la colisión con el mundo real.

La película conforma un tríptico en el que cada personaje atraviesa, en forma de ritual, una etapa en su viaje hacia la vida adulta. Laura debe dejar precipitadamente atrás la adolescencia para convertirse en una adulta en el momento en que Servicios Sociales llama a su puerta, y en este proceso se da de bruces con el estado efectivo del mundo. Su hermana Mira, tras la llegada de su primera menstruación como protocolo de ingreso, deja de someterse al limbo vital que es la pubertad para ser una adolescente que desafía de igual a igual a sus mayores, aunque sus únicos referentes de madurez sean su hermana y Sasha, un vecino mayor pero de empeños infantiles. Steffi, sin embargo, vive encapsulada en lo que es: una niña a quien nadie explica nada, despreocupada y silvestre, que ansía extirpar su diente como ceremonia de iniciación a un nuevo ciclo vital donde su presencia encuentre mayor consideración.


A través de estos tres personajes bien construidos, la directora sueca presenta una única historia de crecimiento a través de la mirada infantil, una película sobre niñas que deben comportarse como adultas, aunque sin ninguna noción acerca de lo que esto significa. Pese a que no llega nunca a mostrarse en pantalla, la antagonista y única adulta real de la narración es la asistente social que llama de forma obstinada para romper la paz de la que gozan las hermanas. De modo paralelo Hannah, el personaje adulto con más relevancia en la trama, acomete el viaje contrario: el de una mujer que desea huir de sus compromisos y responsabilidades para fantasear con ser joven de nuevo.

La película, aunque con algunos errores apreciables y puntuales en el montaje, resulta ligera y espontánea, con algunas escenas que limitan en los márgenes entre realidad e ingenua fantasía. Sorprenden para bien en una realizadora novel, además de un buen guion, una cuidada fotografía y una vistosa banda sonora, sobre todo, acertadas decisiones en la dirección. La sueca sabe cuándo debe mantener una distancia precavida para con los personajes, observar con atención desde la barrera, pero también en qué circunstancias debe acercar su lente a ellas, en especial a la hora de filmar el rostro preocupado pero imperturbable de Laura.

Paradise is burning habla, desde un enfoque muy especial, de los lazos que nos unen, aunque de un día a otro puedan desvanecerse. El mundo que Laura crea para ella y sus hermanas es falso, sí, pero también lo más cercano al anhelo de un Nirvana, de un Edén donde poder crecer juntas. La película confirma, además, el gran momento que vive el cine nórdico, que junto a la premiada La peor persona del mundo (Joachim Trier, 2021), la irreverente Sick of myself (Kristoffer Borgli, 2022) o la tragicómica Ninjababy (Yngvild Sve Flikke, 2021), instituyen un pilar fundamental para un nuevo ciclo de coming-of-ages independientes y europeos.